Poemas de amor y eróticos
Como si cada beso
Fuera de despedida,
Cloé mía, besémonos, amando.
Tal vez ya nos toque
En el hombro la mano que llama
A la barca que no viene sino vacía;
Y que en el mismo haz
Ata lo que fuimos mutuamente
Y la ajena suma universal de la vida.
*************************************
Clausura de lujuria. Por Ana Emilia Lahitte
El deseo
procura archipiélagos vivos,
desmesura radiante, verdor,
sangre amazona.
Y sólo encuentra enjaulada furia.
Muslos abandonados
sin salario de espuma.
*************************************
Flor de ayer. Por Alfonso Caldera
Roto el jarrón.
La flor durmió
todo un invierno.
Sé cómo termina un amor,
cómo se ha ido.
Ligero como el canto que no acaba. Por José Carlos Cataño
Ligero como el canto que no acaba
Se ondula tu recuerdo en el verbero.
Regresa y es el mismo.
Despierto y no es un sueño,
A tu vuelta inocente encadenado.
La voz no sabe lo que canta.
Tallas mi vida y no lo advierto.
Hablo,
Y siempre ignoro de quién hablo.
***************************************************
Los pájaros no aman. Por José Antonio Masoliver
Los pájaros no aman
pero cantan
canciones que sí amamos
son de amor.
En el bosque de las mimosas
el polen perfuma
tu cuerpo.
Amar es una herida
de luz.
Vivimos un instante
de góndola y peces
dormidos.
Despertamos en el dolor.
Tus ojos son
dos corazones, dos
ánforas de bálsamo.
En el céfiro de los heliotropos
tu corazón es una dádiva.
Las flores no aman
pero iluminan el amor
y lo decoran.
**********************************************************************************
***Cuatro poemas de Charlotte Brontë que van de tu cerebro a tu bajo vientre***
1. “Pasión”
Algunos han ganado un placer salvaje,
Por arriesgarse ante el salvaje dolor,
Yo podría esta noche ganar tu amor
Y sufrir mañana el peligro de la muerte.
Podría estremecerte en la batalla,
y arrancar una mirada de tu ojo.
¡Qué frágil es el corazón que arde,
Embriagado de intentos y anhelos!
Bienvenidas las noches de sueños rotos,
Y los días de crueles matanzas.
¿Puedo considerar que llorarías
Al oír mis acechantes tribulaciones?
Dime si con errantes peregrinos
Deambulas lejos de todo,
¿Vagas tú por aquellos campos distantes
Sin extraviar tu espíritu?
Salvaje, profundo, suena un cuerno en la distancia,
Dejádme, dejádme ir,
Dónde el sheik y el británico luchan,
Sobre las márgenes de los ríos.
La sangre ha teñido aquellas riberas
Con manchas escarlatas, lo sé;
Las fronteras se cubren de tumbas,
Y sin embargo, dejádme ir.
Aunque la crueldad del holocausto
Suba como el vapor de las naciones,
Con placer me sumaría a las huestes muertas,
Si la orden me fuese dada.
La esencia de la pasión debe templar mi brazo,
Su ardor agita mi vida,
Hasta que la fuerza humana tema el encanto
Deberán sucumbir entre gritos de alarma,
Como los árboles abatidos luchan con la tormenta.
Si yo, excitada por la guerra, buscase tu amor
¿Te atreverías a estar a mi lado?
¿Te atreverías a reprobar mi pasión,
Presa del desprecio, del orgullo más exasperante?
No, mi voluntad sometería la tuya,
Tan alta y libre,
Y el amor domaría esa alma altiva.
Si, con ternura me amarías.
Leeré mi victoria en tus ojos,
Contemplando, y probando el cambio;
Luego dejaré, indiferente, mi noble premio
En manos de las armas distantes.
Desearía morir cuando se alce la espuma,
Cuando el vino resplandezca alto;
Sin esperar que en la copa exhausta
Caiga la abúlica vida en hediondas mentiras.
Entonces el amor será coronado con dulces recompensas,
Bendecido con esperanza y plenitud.
Desearía montar aquel corcel, desenvainar la hoja,
Y perecer entre los aullidos de la batalla.
2. “Placer”
El Placer verdadero no se respira en la ciudad,
Ni en los templos donde el Arte habita,
Tampoco en palacios y torres donde
La voz de la Grandeza se agita.
No. Busca dónde la Alta Naturaleza sostiene
Su corte entre majestuosas arboledas,
Donde Ella desata todas sus riquezas,
Moviéndose en fresca belleza;
Dónde miles de aves con las más dulces voces,
Dónde brama la salvaje tormenta
Y miles de arroyos se deslizan suaves,
Allí se forma su concierto poderoso.
Ve hacia donde el bosque envuelto sueña,
Bañado por la pálida luz de la luna,
Hacia la bóveda de ramas que acunan
Los sonidos huecos de la Noche.
Ve hacia donde el inspirado ruiseñor
Arranca vibraciones con su canción,
Hasta que todo el solitario y quieto valle
Suene como una sinfonía circular.
Ve, siéntate en una saliente de la montaña
Y mira el mundo a tu alrededor;
Las colinas y las hondonadas,
El sonido de las quebradas,
El lejano horizonte atado.
Luego mira el amplio cielo sobre tu cabeza,
La inmóvil, profunda bóveda de azul,
El sol que arroja sus rayos dorados,
Las nubes como perlas de azur.
Y mientras tu mirada se pose en esta vasta escena
Tus pensamientos ciertamente viajarán lejos,
Aunque ignotos años deberían atravesar entre
Los veloces y fugaces momentos del Tiempo.
Hacia la edad dónde la Tierra era joven,
Cuando los Padres, grises y viejos,
Alabaron a su Dios con una canción,
Escuchando en silencio su misericordia.
Los verás con sus barbas de nieve,
Con ropas de amplias formas,
Sus vidas pacíficas, flotando gentilmente,
Rara vez sintieron la pasión de la tormenta.
Luego un tranquilo, solemne placer penetrará
En lo más íntimo de tu mente;
En esa delicada aura tu espíritu sentirá
Una nueva y silenciosa suavidad.
3.”Lamento”
Hace mucho deseaba dejar
La casa donde nací;
Hace mucho la usé para sufrir,
Mi hogar parecía abandonado,
Años vacíos en pasillos desolados,
Por las silenciosas habitaciones
Se paseaban acechantes temores;
Ahora, su memoria se vuelca en páginas
Donde la tinta son mis tiernas lágrimas.
He conocido la vida y el matrimonio.
Cosas que en un tiempo fueron brillantes,
Ahora, como hechos absolutos
Flotan en cada rayo de luz.
En medio de la vida, de ese mar desconocido,
Ninguna isla de bendición he conocido;
Finalmente, a través de la salvaje tempestad
Mi pena fue convocada al hogar.
¡Adiós, oscura y empinada profundidad!
¡Adiós, Tierras Extrañas!
¡Arrasa, barre las nubes del cielo,
Abre tu glorioso reino de antaño!
Sin embargo, cuando logré pasar a salvo
Aquel irritante y agotador principio,
Una voz amada, entre temblores y rugidos,
Podría convocarme de nuevo.
A pesar del brillo en el alma de una rosa vespertina
En este Paraíso que se alza sobre mí,
¡William! Incluso desde el reposo del Cielo
He vuelto mis ojos, convocados por ti.
Esta tormenta que surge no retendrá
Mi espíritu, sino que lo exaltará.
Todo mi Cielo residió en tu pecho,
Y sólo allí encontraré la eternidad.
4. “Partida”
Es insensato lamentarse,
Aunque estemos condenados a partir:
Lo único sensato es recibir
El recuerdo de alguien en el corazón:
Se puede habitar en los pensamientos
Que nosotros mismos hemos cultivado,
Y rugir con desprecio y coraje ultrajado
Que el mundo haga su peor parte.
No dejaremos que sus locuras nos atribulen,
Como de quien viene los tomaremos;
Y al final de cada día encontraremos
Una risa alegre como hogar.
Cuando dejemos a cada amigo y hermano,
Cuando lejos estemos separados,
Pensaremos uno en el otro,
Incluso mejor de lo que fuimos.
Cada vista gloriosa encima de nosotros,
Cada vista agradable debajo,
Nos uniremos con los que nos han dejado,
Con quienes, incluso en la muerte, todavía amamos.
Al ocaso, cuando nos sentemos
en soledad cerca del fuego,
El corazón cálido y sincero
Recibirá el mismo pago.
Podemos quemar las obligaciones que nos encadenan,
Urdidas por frías manos humanas,
Allí donde nadie se atreve a desafiarnos
Podemos, en el pensamiento, encontrarnos.
Por eso el llanto es insensato,
Sostén como puedas un espíritu alegre;
Y nunca dudes que el Destino ofrece
Un futuro grato por el dolor presente.
******************************
Lujuria - Por Miguel de Unamuno
Cuando murmuras con nervio acento
tu cuerpo hermoso que a mi cuerpo toca
y recojo en los besos de tu boca
las abrasadas ondas de tu aliento.
Cuando más que ceñir, romper intenso
una frase de amor que amor provoca
y a mí te estrechas delirante y loca,
todo mi ser estremecido siento.
Ni gloria, ni poder, ni oro, ni fama,
quiero entonces, mujer. Tu eres mi vida,
esta y la otra si hay otra; y solo ansío
gozar tu cuerpo, que a gozar me llama,
¡ver tu carne a mi carne confundida
y oír tu beso respondiendo al mío!…
******************************************
Babel desnuda *** Por Cristina Peri Rossi
Babel, desnuda, acaba de nacer.
Babel, desnuda, es como un niño ciego,
no tiene ojos
y mira, horrorizada,
con los ojos del tacto
que descubren superficies
que no siempre es amable tocar.
Babel, desnuda,
palpa, toca, roza, empuja, oprime:
sus manos son las palabras
de un mudo
que en el terror del silencio
sabe que hay un secreto.
*******************************************
Memoria de la carne, de Juan Luis Panero
Por la noche, con la luz apagada,
miraba a través de los cristales,
entre los conocidos huecos de la persiana.
Como un rito o una extraña costumbre
la escena se repetía, día tras día,
igual siempre a sí misma.
Frente a frente su ventana,
la veía aparecer y bajo la tenue claridad de la luz,
lentamente, irse haciendo desnuda.
Sus ropas caían sobre la silla,
primero grandes, luego más pequeñas,
hasta llegar al ocre color de su cuerpo.
Andando o sentada, sus movimientos tenían
la inútil inocencia del que no se cree observado
y la imprevista ternura del cansancio.
Cuando todo volvía a la oscuridad,
los apresurados golpes del corazón
se aquietaban con una sosegada plenitud.
De quien así, ocultamente deseé,
nunca supe su nombre
y el romper de su risa es aún el vacío.
Sin embargo allí, en la perdida frontera de los catorce años,
por encima del Latín imposible
y de los misteriosos números de la Química,
el temblor detenido de mis manos,
la turbia fijeza de mis ojos sobre ella, permanecen,
dando fe de aquel tiempo, memoria de la carne.
*****************************
Strip-tease, de Blanca Varela
Quítate el sombrero
si lo tienes
quítate el pelo
que te abandona
quítate la piel
las tripas los ojos
y ponte un alma
si la encuentras.
***************************************
Peeping Tom, de Jaime Gil de Biedma
Ojos de solitario, muchachito atónito
que sorprendí mirándonos
en aquel pinarcillo, junto a la Facultad de Letras,
hace más de once años,
al ir a separarme,
todavía atontado de saliva y de arena,
después de revolcarnos los dos medio vestidos,
felices como bestias.
Tu recuerdo, es curioso
con qué reconcentrada intensidad de símbolo,
va unido a aquella historia,
mi primera experiencia de amor correspondido.
A veces me pregunto qué habrá sido de ti.
Y si ahora en tus noches junto a un cuerpo
vuelve la vieja escena
y todavía espías nuestros besos.
Así me vuelve a mí desde el pasado,
como un grito inconexo,
la imagen de tus ojos. Expresión
de mi propio deseo.
****************************************
Gran hotel, de Javier Rodríguez Marcos
¿Por qué un hotel? ¿La gente
viene acaso para ser más humana?
Quizá por eso siempre
haces cosas que nunca
harías en tu casa:
más negocios, más sexo, se llora más
(qué hago yo aquí). La gente
se pregunta por qué
sigue con vida
aún.
********************************
Aguafuerte, de Jesús Munárriz
El ojo de la cerradura
enmarca y sesga la visión:
deliberada, clandestina,
inadvertida, de rondón.
En el retiro de la alcoba,
entre el desorden de la cama,
efervescentes, sudorosos,
entrelazados, machihembrados,
intercambian los cuerpos jóvenes
sus acuciantes apetitos.
Sin sospechar que los espían
dan rienda suelta a sus deseos
sin timideces ni pudores
y el libro abierto de la carne
premia su ardor e inexperiencia
desvelándoles sus secretos,
sus sospechadas, sorprendentes,
gratificantes maravillas.
En la pupila del intruso
el arrebato y la pasión,
el desenfreno y la delicia
son motivos de inspiración.
El ojo de la cerradura
enmarca la composición.
*********************************
Lady’s Journal, de Blanca Varela
El ratón te contempla extasiado
la araña no se atreve a descender ni un
milímetro más sobre la tierra
el café es un espectro azul sobre
la hornilla
dispuesto a desaparecer siempre
oh sí querida mía
son las siete de la mañana
levántate muchacha
recoge tu pelo en la fotografía
descubre tu frente tu sonrisa
sonríe al lado del niño que se
te parece
oh sí lo haces como puedes
y eres idéntica a la felicidad
que jamás envejece
quédate quieta
allí en ese paraíso
al lado del niño que se te parece
son la siete de la mañana
es la hora perfecta para comenzar
a soñar
el café será eterno
y el sol eterno
si no te mueves
si no despiertas
si no volteas la página
en tu pequeña cocina
frente a la ventana.
*********************************
Escorado, de Cristina Peri Rossi
Mirándola dormir
dejé que el barco se inclinara
lentamente hacia un costado
precisamente el costado
sobre el que ella dormía
apoyando apenas la mejilla izquierda
el ojo azul
la pena negra de los sueños
y por verla dormir
me olvidé de maniobrar
pensando en las palabras de un poema
que todavía no se ha escrito
y por ello
era el mejor de todos los poemas
tan sereno
tan sutil como su piel de mujer casi dormida
casi despierta,
tan perfecto como su presencia inaccesible
sobre la cama,
proximidad engañosa de contemplarla
como si realmente pudiera poseerla
allá en una zona transparente
donde no llegan las sílabas orando
ni el clamor de las miradas
que quieren acercarse
en la falsa hipócrita intimidad de los sueños.
*********************************************************************
Lo que vi en una ventana en Houston, Texas, E.U., de Gioconda Belli
Desde aquí te veo,
te vislumbro,
oficinista del Fannin Bank
en Houston, Texas,
absorto en balances y cuentas.
Nunca sabrás quién soy
—probablemente no te quede mucho tiempo de leer
y menos cosas que yo escribo
y que no se publican en diarios de tu ciudad—.
Yo a ti tampoco te conozco,
pero solidaria escribo estas líneas
a tu imperturbable figura,
cansada sobre las anotaciones
de algún invisible balance
donde firmarás tu nombre
—probablemente por instinto—
ya que tal vez o muy posiblemente
no sabes mucho de ti mismo,
como yo tampoco sé mucho de mí misma
en esta ciudad que absorbería
sin el menor esfuerzo,
nuestro más agudo
grito
de protesta.
*********************************************************
La balada de la masturbadora solitaria, de Anne Sexton
El final del asunto siempre es la muerte.
Ella es mi taller. Ojo resbaladizo,
fuera de la tribu de mí misma mi aliento
te echa en falta. Espanto
a los que están presentes. Estoy saciada.
De noche, sola, me caso con la cama.
Dedo a dedo, ahora es mía.
No está tan lejos. Es mi encuentro.
La taño como a una campana. Me detengo
en la glorieta donde solías montarla.
Me hiciste tuya sobre el edredón floreado.
De noche, sola, me caso con la cama.
Toma, por ejemplo, esta noche, amor mío,
en la que cada pareja mezcla
con un revolcón conjunto, debajo, arriba,
el abundante par sobre espuma y pluma,
hincándose y empujando, cabeza contra cabeza.
De noche, sola, me caso con la cama.
De esta forma escapo de mi cuerpo,
un milagro m*****o. ¿Podría poner
en exhibición el mercado de los sueños?
Me despliego. Crucifico.
«Mi pequeña ciruela», la llamabas.
De noche, sola, me caso con la cama.
Entonces llegó mi rival de ojos oscuros.
La dama acuática, irguiéndose en la playa,
en la yema de los dedos un piano, vergüenza
en los labios y una voz de flauta.
Entretanto, yo pasé a ser la escoba usada.
De noche, sola, me caso con la cama.
Ella te agarró como una mujer agarra
un vestido de saldo de un estante
y yo me rompí como se rompen las piedras.
Te devuelvo tus libros y tu caña de pescar.
En el periódico de hoy dicen que os habéis casado.
De noche, sola, me caso con la cama.
Muchachos y muchachas son uno esta noche.
Se desabotonan blusas. Se bajan cremalleras.
Se quitan zapatos. Apagan la luz.
Las criaturas destellantes están llenas de mentiras.
Se comen mutuamente. Están más que saciadas.
De noche, sola, me caso con la cama.
Fuera de despedida,
Cloé mía, besémonos, amando.
Tal vez ya nos toque
En el hombro la mano que llama
A la barca que no viene sino vacía;
Y que en el mismo haz
Ata lo que fuimos mutuamente
Y la ajena suma universal de la vida.
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Clausura de lujuria. Por Ana Emilia Lahitte
El deseo
procura archipiélagos vivos,
desmesura radiante, verdor,
sangre amazona.
Y sólo encuentra enjaulada furia.
Muslos abandonados
sin salario de espuma.
*************************************
Flor de ayer. Por Alfonso Caldera
Roto el jarrón.
La flor durmió
todo un invierno.
Sé cómo termina un amor,
cómo se ha ido.
Ligero como el canto que no acaba. Por José Carlos Cataño
Ligero como el canto que no acaba
Se ondula tu recuerdo en el verbero.
Regresa y es el mismo.
Despierto y no es un sueño,
A tu vuelta inocente encadenado.
La voz no sabe lo que canta.
Tallas mi vida y no lo advierto.
Hablo,
Y siempre ignoro de quién hablo.
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Los pájaros no aman. Por José Antonio Masoliver
Los pájaros no aman
pero cantan
canciones que sí amamos
son de amor.
En el bosque de las mimosas
el polen perfuma
tu cuerpo.
Amar es una herida
de luz.
Vivimos un instante
de góndola y peces
dormidos.
Despertamos en el dolor.
Tus ojos son
dos corazones, dos
ánforas de bálsamo.
En el céfiro de los heliotropos
tu corazón es una dádiva.
Las flores no aman
pero iluminan el amor
y lo decoran.
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***Cuatro poemas de Charlotte Brontë que van de tu cerebro a tu bajo vientre***
1. “Pasión”
Algunos han ganado un placer salvaje,
Por arriesgarse ante el salvaje dolor,
Yo podría esta noche ganar tu amor
Y sufrir mañana el peligro de la muerte.
Podría estremecerte en la batalla,
y arrancar una mirada de tu ojo.
¡Qué frágil es el corazón que arde,
Embriagado de intentos y anhelos!
Bienvenidas las noches de sueños rotos,
Y los días de crueles matanzas.
¿Puedo considerar que llorarías
Al oír mis acechantes tribulaciones?
Dime si con errantes peregrinos
Deambulas lejos de todo,
¿Vagas tú por aquellos campos distantes
Sin extraviar tu espíritu?
Salvaje, profundo, suena un cuerno en la distancia,
Dejádme, dejádme ir,
Dónde el sheik y el británico luchan,
Sobre las márgenes de los ríos.
La sangre ha teñido aquellas riberas
Con manchas escarlatas, lo sé;
Las fronteras se cubren de tumbas,
Y sin embargo, dejádme ir.
Aunque la crueldad del holocausto
Suba como el vapor de las naciones,
Con placer me sumaría a las huestes muertas,
Si la orden me fuese dada.
La esencia de la pasión debe templar mi brazo,
Su ardor agita mi vida,
Hasta que la fuerza humana tema el encanto
Deberán sucumbir entre gritos de alarma,
Como los árboles abatidos luchan con la tormenta.
Si yo, excitada por la guerra, buscase tu amor
¿Te atreverías a estar a mi lado?
¿Te atreverías a reprobar mi pasión,
Presa del desprecio, del orgullo más exasperante?
No, mi voluntad sometería la tuya,
Tan alta y libre,
Y el amor domaría esa alma altiva.
Si, con ternura me amarías.
Leeré mi victoria en tus ojos,
Contemplando, y probando el cambio;
Luego dejaré, indiferente, mi noble premio
En manos de las armas distantes.
Desearía morir cuando se alce la espuma,
Cuando el vino resplandezca alto;
Sin esperar que en la copa exhausta
Caiga la abúlica vida en hediondas mentiras.
Entonces el amor será coronado con dulces recompensas,
Bendecido con esperanza y plenitud.
Desearía montar aquel corcel, desenvainar la hoja,
Y perecer entre los aullidos de la batalla.
2. “Placer”
El Placer verdadero no se respira en la ciudad,
Ni en los templos donde el Arte habita,
Tampoco en palacios y torres donde
La voz de la Grandeza se agita.
No. Busca dónde la Alta Naturaleza sostiene
Su corte entre majestuosas arboledas,
Donde Ella desata todas sus riquezas,
Moviéndose en fresca belleza;
Dónde miles de aves con las más dulces voces,
Dónde brama la salvaje tormenta
Y miles de arroyos se deslizan suaves,
Allí se forma su concierto poderoso.
Ve hacia donde el bosque envuelto sueña,
Bañado por la pálida luz de la luna,
Hacia la bóveda de ramas que acunan
Los sonidos huecos de la Noche.
Ve hacia donde el inspirado ruiseñor
Arranca vibraciones con su canción,
Hasta que todo el solitario y quieto valle
Suene como una sinfonía circular.
Ve, siéntate en una saliente de la montaña
Y mira el mundo a tu alrededor;
Las colinas y las hondonadas,
El sonido de las quebradas,
El lejano horizonte atado.
Luego mira el amplio cielo sobre tu cabeza,
La inmóvil, profunda bóveda de azul,
El sol que arroja sus rayos dorados,
Las nubes como perlas de azur.
Y mientras tu mirada se pose en esta vasta escena
Tus pensamientos ciertamente viajarán lejos,
Aunque ignotos años deberían atravesar entre
Los veloces y fugaces momentos del Tiempo.
Hacia la edad dónde la Tierra era joven,
Cuando los Padres, grises y viejos,
Alabaron a su Dios con una canción,
Escuchando en silencio su misericordia.
Los verás con sus barbas de nieve,
Con ropas de amplias formas,
Sus vidas pacíficas, flotando gentilmente,
Rara vez sintieron la pasión de la tormenta.
Luego un tranquilo, solemne placer penetrará
En lo más íntimo de tu mente;
En esa delicada aura tu espíritu sentirá
Una nueva y silenciosa suavidad.
3.”Lamento”
Hace mucho deseaba dejar
La casa donde nací;
Hace mucho la usé para sufrir,
Mi hogar parecía abandonado,
Años vacíos en pasillos desolados,
Por las silenciosas habitaciones
Se paseaban acechantes temores;
Ahora, su memoria se vuelca en páginas
Donde la tinta son mis tiernas lágrimas.
He conocido la vida y el matrimonio.
Cosas que en un tiempo fueron brillantes,
Ahora, como hechos absolutos
Flotan en cada rayo de luz.
En medio de la vida, de ese mar desconocido,
Ninguna isla de bendición he conocido;
Finalmente, a través de la salvaje tempestad
Mi pena fue convocada al hogar.
¡Adiós, oscura y empinada profundidad!
¡Adiós, Tierras Extrañas!
¡Arrasa, barre las nubes del cielo,
Abre tu glorioso reino de antaño!
Sin embargo, cuando logré pasar a salvo
Aquel irritante y agotador principio,
Una voz amada, entre temblores y rugidos,
Podría convocarme de nuevo.
A pesar del brillo en el alma de una rosa vespertina
En este Paraíso que se alza sobre mí,
¡William! Incluso desde el reposo del Cielo
He vuelto mis ojos, convocados por ti.
Esta tormenta que surge no retendrá
Mi espíritu, sino que lo exaltará.
Todo mi Cielo residió en tu pecho,
Y sólo allí encontraré la eternidad.
4. “Partida”
Es insensato lamentarse,
Aunque estemos condenados a partir:
Lo único sensato es recibir
El recuerdo de alguien en el corazón:
Se puede habitar en los pensamientos
Que nosotros mismos hemos cultivado,
Y rugir con desprecio y coraje ultrajado
Que el mundo haga su peor parte.
No dejaremos que sus locuras nos atribulen,
Como de quien viene los tomaremos;
Y al final de cada día encontraremos
Una risa alegre como hogar.
Cuando dejemos a cada amigo y hermano,
Cuando lejos estemos separados,
Pensaremos uno en el otro,
Incluso mejor de lo que fuimos.
Cada vista gloriosa encima de nosotros,
Cada vista agradable debajo,
Nos uniremos con los que nos han dejado,
Con quienes, incluso en la muerte, todavía amamos.
Al ocaso, cuando nos sentemos
en soledad cerca del fuego,
El corazón cálido y sincero
Recibirá el mismo pago.
Podemos quemar las obligaciones que nos encadenan,
Urdidas por frías manos humanas,
Allí donde nadie se atreve a desafiarnos
Podemos, en el pensamiento, encontrarnos.
Por eso el llanto es insensato,
Sostén como puedas un espíritu alegre;
Y nunca dudes que el Destino ofrece
Un futuro grato por el dolor presente.
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Lujuria - Por Miguel de Unamuno
Cuando murmuras con nervio acento
tu cuerpo hermoso que a mi cuerpo toca
y recojo en los besos de tu boca
las abrasadas ondas de tu aliento.
Cuando más que ceñir, romper intenso
una frase de amor que amor provoca
y a mí te estrechas delirante y loca,
todo mi ser estremecido siento.
Ni gloria, ni poder, ni oro, ni fama,
quiero entonces, mujer. Tu eres mi vida,
esta y la otra si hay otra; y solo ansío
gozar tu cuerpo, que a gozar me llama,
¡ver tu carne a mi carne confundida
y oír tu beso respondiendo al mío!…
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Babel desnuda *** Por Cristina Peri Rossi
Babel, desnuda, acaba de nacer.
Babel, desnuda, es como un niño ciego,
no tiene ojos
y mira, horrorizada,
con los ojos del tacto
que descubren superficies
que no siempre es amable tocar.
Babel, desnuda,
palpa, toca, roza, empuja, oprime:
sus manos son las palabras
de un mudo
que en el terror del silencio
sabe que hay un secreto.
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Memoria de la carne, de Juan Luis Panero
Por la noche, con la luz apagada,
miraba a través de los cristales,
entre los conocidos huecos de la persiana.
Como un rito o una extraña costumbre
la escena se repetía, día tras día,
igual siempre a sí misma.
Frente a frente su ventana,
la veía aparecer y bajo la tenue claridad de la luz,
lentamente, irse haciendo desnuda.
Sus ropas caían sobre la silla,
primero grandes, luego más pequeñas,
hasta llegar al ocre color de su cuerpo.
Andando o sentada, sus movimientos tenían
la inútil inocencia del que no se cree observado
y la imprevista ternura del cansancio.
Cuando todo volvía a la oscuridad,
los apresurados golpes del corazón
se aquietaban con una sosegada plenitud.
De quien así, ocultamente deseé,
nunca supe su nombre
y el romper de su risa es aún el vacío.
Sin embargo allí, en la perdida frontera de los catorce años,
por encima del Latín imposible
y de los misteriosos números de la Química,
el temblor detenido de mis manos,
la turbia fijeza de mis ojos sobre ella, permanecen,
dando fe de aquel tiempo, memoria de la carne.
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Strip-tease, de Blanca Varela
Quítate el sombrero
si lo tienes
quítate el pelo
que te abandona
quítate la piel
las tripas los ojos
y ponte un alma
si la encuentras.
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Peeping Tom, de Jaime Gil de Biedma
Ojos de solitario, muchachito atónito
que sorprendí mirándonos
en aquel pinarcillo, junto a la Facultad de Letras,
hace más de once años,
al ir a separarme,
todavía atontado de saliva y de arena,
después de revolcarnos los dos medio vestidos,
felices como bestias.
Tu recuerdo, es curioso
con qué reconcentrada intensidad de símbolo,
va unido a aquella historia,
mi primera experiencia de amor correspondido.
A veces me pregunto qué habrá sido de ti.
Y si ahora en tus noches junto a un cuerpo
vuelve la vieja escena
y todavía espías nuestros besos.
Así me vuelve a mí desde el pasado,
como un grito inconexo,
la imagen de tus ojos. Expresión
de mi propio deseo.
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Gran hotel, de Javier Rodríguez Marcos
¿Por qué un hotel? ¿La gente
viene acaso para ser más humana?
Quizá por eso siempre
haces cosas que nunca
harías en tu casa:
más negocios, más sexo, se llora más
(qué hago yo aquí). La gente
se pregunta por qué
sigue con vida
aún.
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Aguafuerte, de Jesús Munárriz
El ojo de la cerradura
enmarca y sesga la visión:
deliberada, clandestina,
inadvertida, de rondón.
En el retiro de la alcoba,
entre el desorden de la cama,
efervescentes, sudorosos,
entrelazados, machihembrados,
intercambian los cuerpos jóvenes
sus acuciantes apetitos.
Sin sospechar que los espían
dan rienda suelta a sus deseos
sin timideces ni pudores
y el libro abierto de la carne
premia su ardor e inexperiencia
desvelándoles sus secretos,
sus sospechadas, sorprendentes,
gratificantes maravillas.
En la pupila del intruso
el arrebato y la pasión,
el desenfreno y la delicia
son motivos de inspiración.
El ojo de la cerradura
enmarca la composición.
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Lady’s Journal, de Blanca Varela
El ratón te contempla extasiado
la araña no se atreve a descender ni un
milímetro más sobre la tierra
el café es un espectro azul sobre
la hornilla
dispuesto a desaparecer siempre
oh sí querida mía
son las siete de la mañana
levántate muchacha
recoge tu pelo en la fotografía
descubre tu frente tu sonrisa
sonríe al lado del niño que se
te parece
oh sí lo haces como puedes
y eres idéntica a la felicidad
que jamás envejece
quédate quieta
allí en ese paraíso
al lado del niño que se te parece
son la siete de la mañana
es la hora perfecta para comenzar
a soñar
el café será eterno
y el sol eterno
si no te mueves
si no despiertas
si no volteas la página
en tu pequeña cocina
frente a la ventana.
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Escorado, de Cristina Peri Rossi
Mirándola dormir
dejé que el barco se inclinara
lentamente hacia un costado
precisamente el costado
sobre el que ella dormía
apoyando apenas la mejilla izquierda
el ojo azul
la pena negra de los sueños
y por verla dormir
me olvidé de maniobrar
pensando en las palabras de un poema
que todavía no se ha escrito
y por ello
era el mejor de todos los poemas
tan sereno
tan sutil como su piel de mujer casi dormida
casi despierta,
tan perfecto como su presencia inaccesible
sobre la cama,
proximidad engañosa de contemplarla
como si realmente pudiera poseerla
allá en una zona transparente
donde no llegan las sílabas orando
ni el clamor de las miradas
que quieren acercarse
en la falsa hipócrita intimidad de los sueños.
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Lo que vi en una ventana en Houston, Texas, E.U., de Gioconda Belli
Desde aquí te veo,
te vislumbro,
oficinista del Fannin Bank
en Houston, Texas,
absorto en balances y cuentas.
Nunca sabrás quién soy
—probablemente no te quede mucho tiempo de leer
y menos cosas que yo escribo
y que no se publican en diarios de tu ciudad—.
Yo a ti tampoco te conozco,
pero solidaria escribo estas líneas
a tu imperturbable figura,
cansada sobre las anotaciones
de algún invisible balance
donde firmarás tu nombre
—probablemente por instinto—
ya que tal vez o muy posiblemente
no sabes mucho de ti mismo,
como yo tampoco sé mucho de mí misma
en esta ciudad que absorbería
sin el menor esfuerzo,
nuestro más agudo
grito
de protesta.
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La balada de la masturbadora solitaria, de Anne Sexton
El final del asunto siempre es la muerte.
Ella es mi taller. Ojo resbaladizo,
fuera de la tribu de mí misma mi aliento
te echa en falta. Espanto
a los que están presentes. Estoy saciada.
De noche, sola, me caso con la cama.
Dedo a dedo, ahora es mía.
No está tan lejos. Es mi encuentro.
La taño como a una campana. Me detengo
en la glorieta donde solías montarla.
Me hiciste tuya sobre el edredón floreado.
De noche, sola, me caso con la cama.
Toma, por ejemplo, esta noche, amor mío,
en la que cada pareja mezcla
con un revolcón conjunto, debajo, arriba,
el abundante par sobre espuma y pluma,
hincándose y empujando, cabeza contra cabeza.
De noche, sola, me caso con la cama.
De esta forma escapo de mi cuerpo,
un milagro m*****o. ¿Podría poner
en exhibición el mercado de los sueños?
Me despliego. Crucifico.
«Mi pequeña ciruela», la llamabas.
De noche, sola, me caso con la cama.
Entonces llegó mi rival de ojos oscuros.
La dama acuática, irguiéndose en la playa,
en la yema de los dedos un piano, vergüenza
en los labios y una voz de flauta.
Entretanto, yo pasé a ser la escoba usada.
De noche, sola, me caso con la cama.
Ella te agarró como una mujer agarra
un vestido de saldo de un estante
y yo me rompí como se rompen las piedras.
Te devuelvo tus libros y tu caña de pescar.
En el periódico de hoy dicen que os habéis casado.
De noche, sola, me caso con la cama.
Muchachos y muchachas son uno esta noche.
Se desabotonan blusas. Se bajan cremalleras.
Se quitan zapatos. Apagan la luz.
Las criaturas destellantes están llenas de mentiras.
Se comen mutuamente. Están más que saciadas.
De noche, sola, me caso con la cama.
6 years ago