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Por atrás

Por atrás

Me despierto en un lugar extraño. Desorientada. Un cuarto oscuro, sin ventanas. Atada a una silla, desnuda y con una mordaza en la boca.
Siento un miedo helado.
Empiezo a recordar por partes. Me jalaste del cabello en plena calle. Me sujetaste por el estómago, me cubriste la boca y me hiciste subir a una camioneta. Yo no te la hice fácil. Pateé y forcejeé; por eso me golpeaste en la cabeza y entonces todo se volvió negro para mí.
Luego me trajiste a este sucio y oscuro lugar, donde me quitaste toda la ropa. Me amarraste a esta incómoda silla, esperando que despertara.
Yo apenas estoy recuperando la noción de las cosas. Empiezo a temblar al sentirme desnuda. Estoy aterrada, avergonzada y repugnada y no puedo moverme pero forcejeo con la esperanza de poder zafarme antes de que llegues… Pero no estás lejos.
De repente entras a esa habitación oscura y enciendes las luces. Yo no logro verte porque estás a mis espaldas. Te acercas, me tomas de la barbilla, me vendas los ojos y quitas la mordaza de mi boca.
Suelto un grito por reflejo, por súplica. Me sueltas una cachetada firme que me hace arder la mejilla y me deja muda. Empiezo a llorar de miedo mientras me dices que nadie puede oírme. Tengo miedo de lo que quieras hacerme, aunque ya puedo adivinar al menos unas de tus intenciones. Te suplico que no me hagas daño pero no me contestas.
Te acercas. Empiezas a recorrer mi cuerpo con tus manos. Me pellizcas los pezones y frotas mi vagina. Intento gritar de nuevo pero el miedo me tiene paralizada. Te suplico con murmullos, te pido que no me toques, pero disfrutas con mis lloriqueos.
Adoras el tacto de mi cuerpo, adoras la sensación suave, caliente y delicada de mi vagina. Adoras lo fácil que es tomar mis pechos y acariciarlos. Los lames. Los chupas. Los muerdes. Yo lloro porque no hay sensación más repugnante y humillante. No puedo ver nada pero tampoco puedo suplicar para no recibir otra cachetada porque estoy llorando demasiado.
Me desatas de la silla. Mis manos siguen amarradas a mi espalda y mis pies bien sujetos el uno con el otro. Me levantas. Intento forcejear pero sólo consigo hacerme daño con las cuerdas.
Me llevas hasta una mesa y me tumbas boca abajo sobre ella. El pecho en la tabla y los pies tocando el piso. Empiezo a temblar de verdad porque ya sé por dónde va la cosa. Jamás hubiera pensado que sería de esta forma. Siempre pedí en mis adentros que nunca fuera a ser de esta forma. Me desamarras los tobillos e intento patalear, pero eres muy rápido y yo, en estos momentos, demasiado torpe. Me abres las piernas. Me amarras los pies a las patas de la mesa, luego empiezas a manosearme de nuevo.
La vagina, mi entrada anal. Disfrutas tenerme de esa forma. Indefensa y doblegada, inmóvil y sometida para lo que quieras hacer conmigo, para lo que quieras obligarme. Adoras el calor de mi espalda, lo delgado de mi cintura y de mis hombros. Adoras sentir mi respiración, lo suave de mis nalgas.
Yo no dejo de suplicarte. Te pido que pares. Que me dejes ir. Te prometo de todo corazón que no voy a decir nada. Me preguntas que si tengo miedo y yo te contesto que mucho y que, por favor, no vayas a hacerme daño.
Me dices que ahora ya me tienes como quieres y que vas a usar mis delicados orificios. Empiezo a llorar. Entro en pánico impotente mientras suplico una vez más que me dejes libre.
De repente te mueves a mis espaldas y me abres las nalgas. Me metes un dedo en el ano. Me estremezco del dolor y suelto un alarido que te excita demasiado. Lo metes más profundo y te deleitas con la sensación de mi ano estrecho que te engulle el dedo, es caliente y suave adentro pero muy firme en la entrada. Seguramente piensas que es delicioso. Me arde y me raspa cada vez que lo sacas y lo metes. Te hago saber que me duele mucho.
Me dices que se me va a pasar y, con bastante trabajo, me metes dos dedos juntos sólo para hacerme sentir dolor. Grito en un lloriqueo.
Me siento abierta y destrozada mientras metes y sacas tus dedos y disfrutas con sentirme estremecerme y gemir de dolor.
No aguantas más la excitación. Quieres metérmela. Necesitas metérmela. Quieres sentirme por dentro con tu verga y metérmela hasta no aguantar más y acabar adentro de mi cuerpo.
Escucho cómo lo sacas y yo ya sé qué vas a hacerme pero no puedo hacer más que llorar y suplicar que por favor no lo hagas. Va a dolerme, sabes que va a dolerme y esa es la mejor parte.
La pones entre mis nalgas y la frotas un par de veces, luego pones la punta en la entrada de mi ano que ya me dilataste pero, aun así, no entra fácil y tienes que metérmela por la fuerza. Suelto un grito de dolor mientras tú gozas con la satisfacción triunfal de por fin tenerla dentro de mi recto.
Sientes que es increíble empezar a meterla y a sacarla porque mi piel por dentro tan caliente y te la envuelve entera y la entrada de mi estrecho ano aprieta lo suficiente para que sea perfecto. Yo me retuerzo, forcejeo con las ataduras de mis muñecas e intento zafar los pies, más por el dolor que me estás haciendo sentir que por las esperanzas.
Duele demasiado. No puedo hacer más que apretar los ojos, llorar y gemir muy fuerte de dolor y quedarme ahí con el trasero levantado. Me embistes contra las nalgas y cada vez lo haces con más vigor.
Me destrozas el ano hasta que yo ya no siento más que la repulsión y el estupor, esa invasión al sitio más íntimo de mi cuerpo. Deseo que termine. Te excita demasiado que te lo diga, que te pida basta y que me duele, que tú no lo aguantas mucho tampoco. Me empiezas a embestir muy muy rápido disfrutándome cada segundo y entonces siento que te tensas, que me la metes toda entera de una vez y que te empieza a palpitar; palpita y palpita en el fondo de mi ano.
Te quedas quieto y luego te desplomas encima de mi espalda. Te quedas ahí mientras yo lloriqueo, acariciándome el pelo, los hombros y la espalda. Por primera vez pienso en dejar de decir palabra alguna, pero se me sale insistir que si ya terminaste por favor me la saques. Pero te quedas adentro todavía un rato más, disfrutando de mi dolor.
Me desamarras los pies pero me dejas ahí. Yo no tengo fuerza para moverme, estoy dolorida por la posición de las piernas y el ano me duele demasiado como para intentar enderezarme. De atrás me escurre tu semen y lo empiezo a sentir cuando llega a mis labios vaginales y empieza a deslizarse por mis muslos.
Te acercas para limpiarme. Me vuelves a amordazar y me devuelves a la silla. Sentarme duele demasiado. Me amarras los pies a las patas y el torso al respaldo y yo no entiendo nada, pensé que ya habías terminado…
Empiezo a llorar pero no puedo decirte nada porque tengo la boca tapada. Tú te acercas a besarme la mejilla y me prometes regresar. Yo no entiendo por qué quieres dejarme ahí, por qué no vas a dejarme ir todavía, si ya te saliste con la tuya.
Como si me leyeras la mente contestas mis preguntas deslizando tu mano entre mis piernas antes de irte y apagar la luz.

Published by Anitaslut44
7 years ago
Comments
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Hermosa violación.
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